miércoles, 20 de junio de 2012

Espacio existencial

 
Ayer leí un blog muy interesante que hacía referencia al escritor José Saramago. Es cierto que, en ocasiones, las personas más sabias son “los analfabetos" (personas de épocas pasadas, dedicadas al trabajo desde jóvenes, que no han tenido oportunidad de estudiar ni tiempo para dedicarse a la lectura). La gente de los pueblos es maravillosa. No necesitan leer libros de psicología o filosofía, porque ellos ya tienen su propia psicología y filosofía innatas sobre la vida. Mentes sanas, sin ningún conflicto por complicaciones intelectuales. Gentes sencillas, respetuosas en su mayoría y en lo posible con el medio ambiente y solidarias con los demás; con los vecinos, con los visitantes... Gente campechana que te acoge con los brazos abiertos. ¡Qué distinto a vivir en una gran ciudad! Aunque parezca mentira, en las ciudades existen muchos más prejuicios sociales que en los pueblos.
Da gusto pasear por los pueblos observando a sus aguerridos habitantes. Las amas de casa salen al mercado a hacer sus compras y a tomar contacto con el vecindario para ver qué se cuece. Los abuelitos y jubilados disfrutan en los bancos de la plaza a la sombra que dan los árboles, o se sientan en las puertas de los casinos o tabernas, disfrutando de la compañía de los unos con los otros, manteniendo conversaciones animadas, como por ejemplo, del clima y de las cosechas de los campos. Los hombres y mujeres en edad de trabajar van a sus pequeñas empresas o pequeños comercios y atienden a sus clientes con especial mimo y trato acogedor. La gente joven y no tan joven estudia en los centros oficiales y se divierten los fines de semana con los amigos en los modernos y restaurados lugares de ocio copiados de ciudad. 
Cada vez está más en boga el turismo rural. ¿Habéis visto el nuevo anuncio de cierta bebida energizante, donde la cigüeña va dejando caer a la gente de ciudad en los pueblos y aldeas pequeñas? Imaginad un día de vuestra vida en una casa rural o de campo perdidos en medio de la naturaleza. No temáis, no necesariamente hay que quedarse completamente aislados de los demás. En los alrededores, ocultas pero a suficiente distancia e independencia unas de otras, se puede ver o encontrar, mientras se camina, otras casitas rurales dispersadas por el monte o la sierra, habitadas por sus dueños o por inquilinos de paso que están de alquiler. En los campos de nuestras provincias y regiones, vemos, cada vez más, numerosas y variadas construcciones nuevas, o restauradas, en las que no falta de nada: jardín, piscina, todo tipo de comodidades, huerto ecológico... Hay dos maneras de entender cómo se vive en una una casa rural. Todo depende de si la vas a ocupar solo durante una temporada para estar de vacaciones y nada más, es decir, no hacer otra cosa en todo el día que tomar el sol, comer barbacoa y pasarlo bien con los amigos; o vivir de sentado en tu casa de campo para trabajar en faenas agrícolas con las consiguientes gratificaciones que ello proporciona. Buscáis ropa cómoda, usada y vieja y camináis hasta la zona sembrada de huerto o cultivo a trabajar la tierra y recolectar sus frutos: calabacines, pimientos, tomates, patatas, aceitunas, uvas, naranjas, almendros... Mimáis vuestro olivar, vuestro viñedo, vuestros frutales, o la plantación que tengáis en vuestra parcela. Al atardecer dais un riego abundante a las plantas y flores del jardín para que sigan dando frutos y brinden belleza al hogar. Si la finca rústica tiene animales, los mantenéis limpios y bien alimentados, recogéis los huevos frescos de las gallinas, sacáis a pastar a las ovejas, dejándolas libres a su antojo por una zona acotada para que no se salgan del terreno. Las ovejas se comen las hierbas de los campos y mantienen el ecosistema de forma natural. A mi siempre me han inculcado (o he aprendido por mi cuenta y riesgo) que no hay trabajos menores a otros, ni trabajos distintos para hombre o mujer o trabajos que te minusvaloren, sino sólo trabajos. Una vez finalizadas las tareas del campo, regresáis a la casa de campo, os metéis en la alberca o piscina, si hace calor, y es tiempo propicio para ello, y si no, os dais una buena ducha y os sentáis en vuestro sillón preferido delante de una buena lumbre, disfrutando de un buen libro, o bien, ocupándote de otros proyectos hasta la hora de la cena. Después de una cena ligera y frugal (nunca hay que llenarse demasiado el estómago con ninguna comida), llega la hora de irse a la cama y descansar.
Antes de ir a dormir, dedicáis unos minutos a la relajación mental, mirando ese cielo del campo repleto de estrellas brillantes. ¿No es mal plan así contado, verdad? Una vida sin complicaciones, sencilla y humilde; en definitiva, una vida de lujo. Muy distinta a la vida de los ricos que con el tiempo se vuelven altivos y que no se dejan ver a no ser en la ópera,  en la proa o popa de su yate o practicando el golf, eso sin contar los coñazos y forzados protocolos y etiquetas que deben cumplir la gente V.I.P., y que hacen de ellos, su marca de distinción.
    Ser inmensamente ricos, ¿para qué? A los que estén sufriendo la crisis que nos azota, les ánimo a que cambien la ciudad por el campo. Uno de los sectores más en auge es la agricultura ecológica, una buena forma de ganar el dinero necesario para llevar una buena vida de forma desahogada, más saludable y sin estrés.
    Por otra parte, si lo que deseáis es descansar en vuestras vacaciones, os dejo unas cuantas ventajas de optar por el campo en relación con la ciudad o la playa: 1.- resulta más económico; 2.- uso de ropa y calzado cómodo; no necesitas arreglarte de forma pomposa.- 3. Lo que mejor sienta y aviva nuestra belleza es el aire puro y un bronceado natural; 4. Si algún día queréis cambiar la rutina y escapar de la casa rural un rato, podéis hacer senderismo o dar un paseo por idílicos entornos naturales cercanos; y 5.- evitáis las masificaciones de las playas en los meses de julio y agosto que son insufribles. La playa hay que disfrutarla durante el resto de los meses del año, nunca en julio o agosto.

Nota: La primavera acaba hoy y da comienzo el verano. No sé vosotros, por mi parte, yo lo tengo claro.