viernes, 1 de junio de 2012

Terapéutica de la situación

Quizás, mi actitud sobre la vida, os genere la sensación de que estoy-de-vuelta-de-todo. Mi escepticismo sobre la vida me aleja de todo lo que odio, aunque lo que se dice odiar no odio a nada ni a nadie. Con el tiempo he aprendido que una actitud pacífica o indiferente a la estupidez humana es el mejor remedio contra todos los males. Mi rebeldía con causa del pasado lejano quedó ya muy atrás. Solo en contadas ocasiones me rebelo contra algún tipo de injusticia real o fingida. Siempre apoyaré la rebeldía de la juventud que lucha por sus ideales y por un futuro mejor. A veces, no muchas, se consiguen algunas cosas importantes. Cambios vitales y necesarios reivindicados con pleno uso de la razón. Cuanto más tiempo transcurre, más me convenzo de que la hipocresía social, la gazmoñería de muchos, las hostilidades de otros y otras cosas por el estilo, forman parte insondable del pozo de la futilidad humana. Sólo nosotros podemos preservarnos a nosotros mismos mediante una lucha interna o de cooperación amistosa.
¿De qué sirve la cultura? De ninguna de las maneras, me hipnotiza más el perfume que dejan las obras de este siglo que las de siglos pasados, si bien, en los contenidos actualizados de obras recientes, encuentro, no el aroma de lujo de las obras maestras, que es inimitable, pero sí un mayor apego de vanguardia, más actual. Ante todo, me interesa, como pasatiempo, leer temas de escritores jóvenes recién salidos del cascarón; sus lecturas amenas y ágiles que rompen con los cánones establecidos, y que hacen de sus escritos una literatura alternativa diferente. No por carecer del renombre de los grandes maestros consagrados, son menos competentes en sus cometidos literarios. Consideramos que los escritores contemporáneos jóvenes utilizan menos riqueza literaria que los escritores de siglos pasados, pero aquellos maestros del pasado rara vez se leen ya; aquellos genios murieron, aunque no del todo. Nos legaron sus obras para la posteridad. Los genios no son de su tiempo, es el tiempo quien hace a los genios, si es que los genios, como tal, han existido en algún momento y no son todos ellos artífices de magníficas imposturas ingeniosas.
Al igual que Einstein o Freud hicieron historia, cada uno en sus respectivos campos de estudio, la cosa más simple, normal, absurda, tonta y natural de la vida de cualquiera de nosotros, seres de la nada, puede hacer también historia o cambiar la historia. Si de los grandes acontecimientos se aprende, no es menos cierto, que de los pequeños o iniciados, también se puede sacar algún jugo de placer y sabiduría. ¿Se halla toda la sabiduría en las bibliotecas? Indiscutiblemente, sí. Sin embargo, la mayoría de los ciudadanos no somos ninguna biblioteca andante con un millón de volúmenes en la cabeza. Con que leamos tres buenos libros al mes, ya es suficiente para saber casi todo lo que hay que saber, aunque el saber sea infinito.
En la teoría de la relatividad de Einstein, se predice que el espacio-tiempo, puede moldearse debido a la presencia de cuerpos masivos; en mi caso, de obras brillantes. Mi praxis, como apreciarán los expertos en la materia, es limitadamente limitada. Temo dejar mucho que desear en cuanto a originalidad propia se refiere. Escribo, ni más ni menos como la mayoría de los escritores, por no decir todos, adaptando o adoptando ideas propias junto a ideas ajenas. Y el que lo niegue, miente. Y como dijo el maestro Borges, "no soy lo que soy"; y como tú "somos muchos y nadie".

Final: Alguién dejó escrito que "la tragedia en último término no es otra cosa que el arte de leer".