sábado, 24 de septiembre de 2022

Nueva era

Hoy he probado por primera vez el Ramen, una sopa japonesa deliciosa hecha con ingredientes naturales y en casa. Un plato muy completo que ha salido exquisito y exactamente igual que el original. Me gusta cocinar (aunque mi estilo sigue siendo muy español) y probar recetas de los diferentes confines del mundo. Los ingredientes que no encuentras en grandes superficies, los puedes pedir y comprar por correo electrónico a través de grandes compañías y, en unos cuantos días, a través de mensajería, los tienes en la puerta de tu domicilio. Esta es una de las muchas ventajas que tienen las nuevas tecnologías en la nueva era del siglo XXI. 

Antes de la sopa, como todos los sábados, he dado una vuelta a las macetas: quitar hojas secas, echar un poco de tierra nueva, trasplantar  y regar con unas gotitas de abono mezcladas en el agua. La jardinería es otra actividad maravillosa con la que disfrutar de tu tiempo libre. Te aporta muchos conocimientos y es muy relajante.

Después del almuerzo, llega la hora de las noticias. Un telediario más que te deja k.o. ante ciertas noticias (nunca hay que cerrar los ojos ante el dolor, ni el propio ni el ajeno).

Ya entrada la sobremesa, he revisionado la película “Náufrago", interpretada por Tom Hanks en uno de sus mejores papeles (un dramón con “un mensaje en una botella"). Fue éxito de taquilla junto a “Gladiator", otra gran película del año 2000 cuya banda sonora es una absoluta maravilla, lo mejor de la película, diría yo, sin equivocarme en absoluto.. En un post anterior dije que había dejado de ver cine en los años 90, salvo algunas excepciones, pues aquí van dos de ellas. Dos pelis muy comerciales, pero que resultan entretenidas para pasar el rato.

Nota: No todos los momentos son aptos para ver una obra maestra del cine. Para visionar una obra maestra hay que buscar el momento adecuado para ello.

Final: Está noche pongo el punto y final con una foto de dos hombres, rivales en el juego y amigos en la vida, llorando cogidos de la mano (dos grandes del tenis). Para muchos, esta foto les parecerá chistosa, de risa. Para otros, ésta es una foto con un claro mensaje de esperanza: estamos metidos en una nueva era y vienen cambios que serán muy bien recibidos por gente que evoluciona mentalmente, gente de bien.





viernes, 23 de septiembre de 2022

Sincronía

Fin de semana. Los repartidores de bebidas aparcan en zona reservada a tal cometido descargando mercancía para los bares de la plaza. Como aún acompaña el buen tiempo, esta noche la plaza será un hervidero de gente bebiendo y consumiendo tapas y raciones. 

Otros, seguimos a lo nuestro con lo que nos apasiona. Porque la vida es eso, pasar el tiempo deteniéndolo, sin mirar el reloj. Y si unos, “los divertidos", prefieren detener su tiempo en los bares de la plaza conversando amigablemente durante horas y horas (actitud muy loable), otros, “los aburridos", preferimos sumergirnos en nuestras investigaciones quedándonos absortos ante lecturas de alto nivel.

La tarde transcurre como cualquier otra. Tanteando esta palabra o aquella otra, dejando una frase que te llega sin esperarla y a la que le das la bienvenida. No eres tú la que lee los pensamientos de los libros, es el mismo libro escrito el que lee tus pensamientos. Es como si existiera una conexión especial entre el autor y tú. Telepatía. O extrañas sincronicidades que no puedes explicarte. ¿Por qué elegí abrir hoy este libro y no el de al lado? ¿Por qué leer este artículo y no aquel otro? ¿Por qué mi pensamiento me lleva a buscar en el buscador ciertos conceptos que me atraen a primera vista? ¿Quién puso esa relación de palabras en mi mente y por qué? Todo es un misterio. Y es, a través, de estos misterios inexplicables como se va escribiendo este blog. 


En este punto hago un receso, para puntualizar una curiosidad que no puedo dejar escapar. Hablando de sincronicidades, no sé porqué he dejado un momento de escribir el blog,  guardándolo en borrador, para irme a leer un artículo de Nueva Tribuna, que me llama la atención y que se titula “Psicología cuántica". En este artículo, su autor, J.A.G.R, nos hace un relato de los problemas más acuciantes de la realidad, también menciona a Jean Luc Godart y, mientras prosigue su relato (que recomiendo leer), llega al momento en que “percibe de forma muy vívida la sincronicidad de Jung. La sincronicidad no es más que la visualización del nexo invisible que nos une con el universo. En realidad, podemos sentirnos solos, pero nunca estamos solos de verdad. Todos formamos parte de todos. Dicho concepto se llama inconsciente colectivo”.

Personalmente, vivo muchas sincronicidades casi a diario. Hechos inesperados que te sorprenden y que crees son cosa de magia (¡No puede ser!). ¿O es solo una simple casualidad que estando escribiendo yo misma del tema de la sincronicidad me salga en la página principal de Google un artículo que habla precisamente de lo mismo, publicado con fecha de hoy, y que he abierto inmediatamente al leer el título del mismo sin saber bien lo que me iba a encontrar?

Lo mismo pasa, si mientras escribes una novela o relato corto, va saliendo una trama argumental que, a lo mejor, ni te habías planteado conducirla por ese camino, si no por otro distinto (en mi caso, cuando escribo, no me planteo ningún camino, el camino sale solo y es el que sigo). Como digo, son estos pequeños fenómenos inexplicables llamados sincronicidades con el más allá o esos nexos invisibles que aparecen de la nada, los que te dictan de forma automática lo que tienes que escribir o te conducen a una búsqueda exacta de lo que necesitas para desarrollar un tema. No hay más truco del almendruco que éste: hacer caso de los dictados de esa vocecita interior que nos va hablando mientras escribimos el desarrollo de lo no-planteado, de lo que nos llega por intuición o azar. Como veis, el texto (este mismo texto, por ejemplo) va creciendo de forma espontánea y casi sin esfuerzo. En el caso, de una novela (ficción), el resultado del proceso creativo puede ser mucho más divertido, pues las situaciones y los diálogos, a veces, en ocasiones, son tan disparatados que puedes escribir tres horas seguidas casi sin darte cuenta. Los diálogos más serios son igualmente llamativos e interesantes, por lo que es difícil cortar el proceso cuando estás en pleno auge creativo. Lo fascinante de poder imaginar mil situaciones diferentes para tu libro y darle la forma que tú desees hasta ver “el punto y final" (con ayuda o sin ayuda de las mencionadas sincronicidades), eso es lo que te ofrece el inmenso poder de la literatura. Ya dije en otra entrada, que escribir es como una droga sin la que no puedes pasar. Es un proceso que te engancha y te aporta una felicidad que carece de nombre propio, una felicidad anónima y muy personal.

Final: “En las culturas chamánicas, las sincronicidades se reconocen como señales de que estás en el CAMINO CORRECTO".- Daniel Pinchbeck.

jueves, 22 de septiembre de 2022

Mi propia universidad

Dice el autor Alan Watts en sus MEMORIAS: “Ninguna persona que supiera leer, curiosa e imaginativa, debería ir a la universidad, a menos que precisara un título de médico, abogado o profesor, o de un instrumental científico pesado y costoso que no pudiera adquirir por sí mismo, como un ciclotrón, por ejemplo”. Pues bien, de eso se trata, cuando se trata de escribir, de crearte tu propia universidad que te haga ser un verdadero sabio o eso que algunos llaman un intelectual a la altura de Alan Watts.

Más ejemplos de eminentes escritores cuya sabiduría y aprendizaje la han conseguido ellos solos gracias a un desmesurado don, basado en una inmensa curiosidad por aprender de todo y de todos, por voluntad propia, sin imposiciones de fuera, son: Marx Twain, Muriel Spark, Charles Dickens, Tobías Wolff, Doris Leasing, Ray Bradbury, Truman Capote, William Faulkner, Octavio Paz, George Bernard Shaw, H.G.Well, Harper Lee, Borges, Knut Hamsun, Steinbeck, Cela, Saramago, H. Hesse, Henry Miller, Susan Valadon, Charlotte Perkins, Conrad, Juan Rulfo, etc... Algunos de los citados galardonados con el Nobel de Literatura.

Ninguna carrera universitaria sirve a los propósitos de un buen escritor. Los escritores no se forman en una universidad ni los cursos de literatura creativa van a enseñar a nadie a escribir bien (esos cursos son una pamplina no apta para “mentes innovadoras") <<Un/a buen/a escritor/a se hace solo/a, sin necesidad de estudios o credenciales que lo avalen. Un/a escritor/a tiene que ser tan original como un/a pintor/a o cualquier otro/a artista y, nadie puede ser original, si lo que hace (o aprende) lo hace (o aprende) en un aula rodeado de otros/as muchos/as que hacen lo mismo que él/ella. Si tu intención a la hora de crear es hacer lo mismo que otros, ahórrate el trabajo de tu creación>>.

Dicen que nadie puede aprender a escribir solo, a no ser que tengas un C.I. de 160 en adelante o seas un superdotado literario. Yo creo que, para escribir, sólo hace falta echarle ganas. Los conocimientos gramaticales y ortográficos te vienen dados desde pequeños, te los enseñan en la más tierna infancia cuando tu cerebro está más receptivo (de ahí que no se olviden nunca en la vida). Los que no tengan esos conocimientos básicos (porque no han podido recibir unos estudios o no han querido estudiar) tienen dos opciones: o los adquieren de motu propio, (<<Más vale tarde que nunca>>) o, en caso contrario, mejor que se dediquen a otra cosa diferente, porque escribir, se puede escribir con alguna falta de ortografía (y no pasa nada por eso), pero un buen escritor debe tener cierto nivel, conocimientos y cultura general para poder ejercer como tal.

Recuerdo lo aburrida que me resultó la escuela y el instituto después. Era insoportable  el rollo oficial que te soltaban los profesores, unos monólogos con los que te aburrías soberanamente y de los que aprendías muy poco o nada. La universidad más de lo mismo, por eso abandoné aquella tediosa carrera que era un tostón y que no me gustaba nada. Gracias a todos estos desajustes vitales fue como me hice lectora de todo lo que caía en mis manos y hasta el día de hoy que sigo aprendiendo a diario con pasión y por vocación. Por ello, siempre seré fiel defensora de la educación autodidacta.

Mi padre fue un gran lector y un gran inventor, autodidacta, con varias patentes en su haber que revolucionaron el mundo de la producción del aceite de oliva. Compraba muchos libros: enciclopedias, los clásicos literarios, autores más actuales, colecciones, revistas especializadas... Toda mi casa estaba llena de libros, afición que seguimos después sus hijos, adquiriendo muchos más. Mi universidad es una amplia biblioteca. Si a una universidad se va a aprender, nada mejor que los libros que se leen a lo largo de toda una vida, como soporte esencial para ello. 


La lista de autodidactas notables (famosos) que ejercieron oficios, donde la creatividad es fuente primordial para realizar un trabajo determinado, es interminable: (Artistas y escritores / Actores, músicos y otros artistas / Arquitectos, ingenieros e inventores / Científicos, historiadores y educadores/ Otros ). Formados en bibliotecas desde tiempos inmemoriales, o gracias a la Red, los modernos autodidactas 3.0, el conocimiento, sin duda, es infinito. ¡Feliz búsqueda!




miércoles, 21 de septiembre de 2022

Ya es mañana. Otoño.

 

Antes de quedarme dormida, me gustaría dejar escrito el boceto para mañana. Como sospecho que va a llover en unas horas y la lluvia me encanta, sé, intuyo, que hoy que ya es mañana, va a salir de aquí un texto medianamente legible (con eso me conformo). Es tarde y los ojos se me cierran cada vez con más frecuencia, a cada instante, lentamente. Intento mantenerlos abiertos para dar el punto y final al día de hoy. Dentro de unos minutos ya estaré dormida profundamente. Cada vez tengo más sueño, un sueño pesado que es imposible controlar. En mi entresueño, se me viene a la mente imágenes de la gente a la que echo mucho de menos. Pido a Dios que cuide de todos ellos, de todos nosotros.

Ha llegado el momento de decir, ¡Hasta mañana! ¿O le doy a publicar ahora que ya es mañana?

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Siendo el mismo día de ayer, pero más tarde, os doy los buenos días. Continúo por donde lo dejé ayer, es decir, hoy. Anoche me quedé dormida en el sillón hasta primeras horas de la madrugada. 

Ahora son cerca de las 9 a.m. Comienza a llover. El pronóstico se ha cumplido. El sonido de la lluvia aporta tranquilidad y armonía, dos estados perfectos y un tiempo ideal para escribir contemplando las gotas de lluvia escurrirse a través del cristal cual arroyuelos ladera abajo. ¡Bienvenido otoño!


El otoño es la estación de la melancolía (mi estación predilecta). ¡Cómo me gusta mirar el cielo en los días de lluvia! Sin duda, hemos tenido un buen comienzo de otoño. Sin embargo, me parece que escribir sobre el otoño, en cierto sentido, es una pérdida de tiempo. El otoño no es una estación para escribirla; el otoño es una estación para observarla, una estación para pisarla y escuchar el crujir de sus hojas ocres anaranjadas bajo tus pies (mantos de hojas que se sueltan de “la savia-rama" que los alimenta para tapizar el suelo aportando nutrientes, y de este modo, continuar con el ciclo biológico de la vida). El otoño es una estación para decorarla, para pintarla, para vivirla. Pero bueno, no quiero condicionar a nadie para que ame el otoño más que el verano o que a la primavera o el invierno. Si obligas a alguien a poner interés en algo, casi con toda seguridad, ese algo pierda todo su interés. Por lo tanto, que cada cual elija como más interesante o de su interés la estación del año que estime más conveniente (sin egoísmos, con convencimiento, en consideración, siempre).

Nota: Elijo el otoño por sus colores ocres-anaranjados y porque el otoño es un refugio para volver a empezar, y también, para continuar con lo ya comenzado.




 

martes, 20 de septiembre de 2022

Arte urbano

6:06 a. m. Un haz de luz artificial se proyecta en mi cara; se trata de mi reloj inteligente que se conecta con el celular de mi muñeca y que casi nunca me da por mirar a no ser que vibre. Me despierto, abro el balcón y echo un vistazo al exterior. La ciudad avanza a un nuevo día muy lentamente. Pocos coches aún. Las farolas esperan encendidas la llegada del sol.



Un café rápido y me voy directa a la ducha. Me visto de manera informal-formal y salgo a la calle para ir al C de S acompañando a m. h. Ch. Acabada la visita prevista, salimos para ir a desayunar al mejor café-bar de la ciudad (la gente va rápido de aquí para allá), una taberna moderna que ha sido decorada manteniendo la esencia de las antiguas tabernas literarias del siglo XIX, con interiores de madera y mármol blanco y cientos de fotos antiguas empapelando sus paredes. Es uno de esos lugares de paso que llamaría la atención de muchos escritores y artistas y que, seguramente, estarían encantados de poder ocupar una de sus mesas. Cuenta con una amplia terraza asombrillada para los días de sol y calor; en los días de frío, se colocan unas pequeñas carpas y se encienden una estufas con llama azul-anaranjada que dan al lugar un encanto aún más especial si cabe; los ciudadanos se concentran para tertuliar, beber y tapear en agradable compañía.El café-bar brinda una exquisita atención y rápido servicio. Son muchos los clientes que desayunan a diario en este lugar un delicioso café de máquina espumoso con una tostada con aceite de oliva de la tierra y tomate natural triturado y untado en el pan. El único “pero" que tiene, al menos a mí me lo parece, es la cantidad de tráfico que pasa a diario pegado a la terraza del café-bar. Algunos lugareños, a causa del runrún de los motores de los coches, o por propia idiosincrasia (algarabía), alzan aún más la voz para escucharse unos a otros, generando un ambiente demasiado estridente para los que amamos el silencio, la tranquilidad y las conversaciones en un tono más bajo, piano piano. 
Por error, o yo no sé por qué, casi todos los bares con terrazas al exterior de esta ciudad, colindan con calles muy transitadas de coches, por lo que el problema de la sonoridad se repite de lugar en lugar, sin solución alguna que lo remedie. Antes de llamar al camarero para pedir la cuenta, veo llegar a una chica joven subida en su patinete eléctrico; una pequeña escena, que me dio mucha alegría y cierta esperanza de futuro. ¡Qué distinta sería esta ciudad si se acotara el tráfico (solo coches reservados al servicio publico) y el conjunto de la población se animara a ir a pie (muy saludable) o a adquirir pequeños utilitarios eléctricos que no emiten emisiones de CO2 a la atmósfera y que no hacen ruido alguno, son tan silenciosos que ni los ves venir. Así pues, cansada de tanto martilleo en mis oídos, pago las consumiciones y pido un taxi para volver a casa, taxi que me deja en la misma puerta. Antes de entrar, decido dar una vuelta por el mercadillo, que no está muy lejos de de donde vivo y comprar algo de fruta y verdura de los huertos cercanos; productos frescos recién sacados de la tierra, una tierra abonada y cuidada por el hortelano o agricultor que saben hacer de su oficio un arte.

El mercadillo lo colocan en el casco viejo de la ciudad, en una bella plaza de forma oval cercada por preciosos edificios, entre ellos, la Casa Consistorial y la Iglesia d S.B. con su gran torre que alza la flecha de su veleta al cielo y que se ha convertido en uno de sus símbolos más representativos. El reloj de la torre da la hora a todos los habitantes, escuchándose sus campanas programadas por toda la ciudad.

De camino a casa paso por delante de la floristería de un amigo. Echo un vistazo rápido a su precioso escaparate. ¡Qué gusto tan exquisito tienes querido amigo! (pienso para mi misma). ¡Maravillosas flores! Hoy voy mal de tiempo, otro día me pasaré para comprarle plantas nuevas y flores de mil colores y así renovar algunas macetas que se han secado durante el verano. 

_¡Buenos días! ¡Cuánto tiempo si verte! ¿Cómo estáis todos?
_¡Buenos días! Estamos bien, Teresa. Vamos tirando. ¿Y vosotros, qué tal?
__Pues igual. Esto de la pandemia nos ha trastocado a todos un poco. Veo que ya vienes de vuelta del mercadillo. ¿Hay muchas cosas hoy? Yo llevo sin venir mucho tiempo, pero hoy me he animado a salir un rato de casa.
_En el mercadillo, más o menos lo de siempre, Teresa. 
_Pues entonces, voy a ver... ¡Ve con Dios hija!.
_Adiós Teresa. Me alegra mucho verte de nuevo.

Ya en casa, pequeños quehaceres domésticos me llaman. Mientras voy haciendo cosas por aquí y por allá, estoy pendiente de otras cosas más y así es como voy compaginando esto y aquello casi hasta llegar a la hora de almorzar. Entretanto hago anotaciones en un pequeña libreta que siempre llevo conmigo. 
Ya en la sobremesa, después de un breve dormitar, es cuando enciendo el Pc y empiezo a teclear durante dos o tres horas seguidas. Las tardes son más calmadas, el tráfico disminuye casi a la mitad. Ya mismo, los días se harán más cortos, y anochecerá antes (cambio de hora), y como consecuencia, el frío se hará notar, aunque en los últimos años los inviernos han sido muy templados (cambio climático). En meses próximos, tendré que cumplir con otras obligaciones diferentes, que me dejarán mucho menos tiempo para escribir en este blog. Bueno, siempre podré dedicarle algunas horas los fines de semana. Pero eso será ya un poco más adelante. 

Nota: mañana lo mismo tenemos que echar mano del paraguas.

Final: “La mayor parte de la gente en la ciudad corre tanto, que no tiene tiempo de mirar las flores. Quiero que las miren, lo quieran o no". Georgia O'Keeffe.

lunes, 19 de septiembre de 2022

Música para todos

 Lunes, 19-Sep.

Día marcado por el funeral de una Reina de Leyenda, Isabel II de Inglaterra. Todos los actos anunciados para tan señalado día están perfectamente medidos. El protocolo a seguir es sobrio y elegante. Asistencia numerosísima de dignatarios de países de todo el mundo. Un evento histórico que será seguido por millones de espectadores. 

Un día especial para mucha gente, sobre todo, para los británicos y casas reales europeas, y un día normal, para una inmensa mayoría de los mortales, que carecemos de sangre azul.

Así pues, cada cual a lo suyo. Ya escucharemos el himno inglés y las gaitas galesas, en honor a la Reina, después, en el telediario de la noche por la televisión.


Escribir bien o mal durante diez o quince minutos al día es algo que debería poner en práctica todo el mundo. Escribir es libertad, una libertad viva, una libertad que se siente. ¿Se puede ser totalmente libre? La literatura te da la oportunidad para ello. Ahora bien, ¿se atreve todo el mundo a vivir esa libertad y a ejercitarla? ¿La libertad da miedo? Yo no sabría vivir sin esta bendita libertad feliz que te dan las letras.

¿Toda libertad tiene límites? Depende de quien tengas en frente, de su grado de apertura mental hacia el mundo y su diversidad, de sus miedos o de sus no-miedos personales.

El almuerzo de hoy ha sido un cocido de fideos de garbanzos. Esto de los fideos hechos de garbanzos 100% naturales es un invento nuevo. En vez de ingerir el garbanzo redondo de toda la vida, te comes el fideo finito de garbanzo mucho más digerible. La misma comida pero en diferente formato. Un producto nuevo, los fideos de garbanzos, dejado en una zona del supermercado bien visible, a la altura de los ojos de una persona de más o menos mediana estatura, para que piques y lo eches a la cesta de la compra sin pensártelo dos veces (marketing). Pues bien, yo fui una de las que se vino para su casa con los fideos de garbanzos comprados.

Hay que elaborar comidas sin nada de sal. Lo predican los médicos y no se equivocan. Hay que acostumbrarse a lo simple (a lo simple y llano de la vida). Lo simple cuida de tu corazón. El corazón es una de las prendas más importantes que llevamos en nuestra maleta llamada cuerpo humano. Pasar de la comida con sal a la simple, no es fácil. Según estudios, el cerebro (otro de los órganos más valiosos de nuestra maleta) tarda en asimilar un nuevo hábito 21 días. Los hábitos se adquieren a base de la repetición constante en el tiempo. Lo de los 21, imagino que sólo es una estimación aproximada. Supongo que habrá personas que necesiten más tiempo y otras menos dependiendo de la complejidad del nuevo hábito. Según otro estudio muy interesante, del University Collage de Londres, concluye que en adquirir un hábito nuevo se tarda entre 28 y 254 días, y que la mayoría de las personas lo consiguen a los 66. Pasado el tiempo en que te haces al nuevo hábito, tu cerebro ya lo procesa automáticamente. (Información proporcionada por la Red). Si el nuevo hábito adquirido es un buen hábito y funciona, no lo dejes nunca (eso si, sin que te cree obsesión). 

Final: como bien escribe S. Pániker, no hablando del efecto de la sal de las comidas, sino de los efectos de lo ciertamente inobservable, dice ...“efectos que solo son válidos para uno mismo, pero que invitan a pensar, como he dicho tantas veces, que cada cual dispone de su propia música. Una música, a menudo, extraordinariamente disonante. / Una música que no todo el mundo consigue percibir".




domingo, 18 de septiembre de 2022

Mi público diario

Domingo, 7:07h.

_¿Vas a escribir también en domingo?

_Sí, incluso en domingo, voy a escribir. ¿Sabéis por qué? Porque escribir es vivir y mucho más.

Para algunos la vida en domingo puede pasar por salir a la naturaleza y recorrer 10 km por senderos sinuosos llenos de pequeños obstáculos que se deben sortear con maestría, o hacer piragüismo esquivando fascinantes remolinos de agua salvaje, o ver un montón de películas o series de TV en pijama, o visitar museos de arte, o ir a la Parroquia del barrio y saludar a los vecinos y conocidos, o sentarte en un café a desayunar o a tomar una cerveza, etc... Para otros, aún en domingo, la vida, principalmente, entre otras cosas, es escribir. Como el adicto a cualquier sustancia sin la que no puede pasar a diario, lo mismo pasa a quien gusta de este oficio tan antiguo.

Desde hace ya algún tiempo, me siento mayor para algunas de las actividades dominicales propuesta en el párrafo de arriba. No, no soy tan temeraria. Ahora que lo pienso, a lo mejor, no es una cuestión de edad o de temeridad, sino más bien de comodidad o de simplicidad. A lo máximo que llego es a dar largos paseos entre olivos y comer un arroz de campo (al aire libre, bajo la sombra de los árboles, cuando hace buen tiempo). Ahora estoy en un interludio. Pasado el verano, quedo a la espera de la entrada oficial del otoño-invierno para volver a disfrutar de los domingos en el campo. 

Ni aún estando en la mejor de las compañías, se me pasa el gusanillo de escribir, aunque solo sea un escueto y breve texto. Escribir es como cuando te enamoras apasionadamente de alguien o de algo, es una droga. Al principio es una ilusión desmesurada llena de romanticismo (como un cuento de hadas), luego todo se vuelve más calmado y es el período donde se producen numerosos altibajos o desencuentros (proceso de conocimiento y adaptación), hasta que, por fin, pasa a ser una pasión verdadera, mucho más dulce, estable y madura, que solo alcanzan a ver aquellos que han podido atravesar todas las etapas anteriores (de prueba) con éxito. Es entonces, cuando, definitivamente, no puedes vivir sin escribir. Es entonces, cuando acontece eso que algunos llaman una felicidad real. Alguien dijo que en lugar de felicidad (utopía), deberíamos llamarlo, momentos de alegría. Ambas palabras, me parecen acertadas.

Nota: “No encuentro otra manera de vivir tan apasionante como la de un escritor. Disfruto enormemente, me lo paso muy bien por eso no dejo de hacerlo. Escribir es muy difícil, pero para mí esa dificultad es placentera. Conozco a varios colegas que reconocen sufrir mucho mientras escriben, y siempre les digo lo mismo: que dejen de hacerlo. No se puede escribir desde el tormento sino desde la felicidad y el goce. Es mi manera de entender la profesión".- Amélie Nothomb.