martes, 20 de septiembre de 2022

Arte urbano

6:06 a. m. Un haz de luz artificial se proyecta en mi cara; se trata de mi reloj inteligente que se conecta con el celular de mi muñeca y que casi nunca me da por mirar a no ser que vibre. Me despierto, abro el balcón y echo un vistazo al exterior. La ciudad avanza a un nuevo día muy lentamente. Pocos coches aún. Las farolas esperan encendidas la llegada del sol.



Un café rápido y me voy directa a la ducha. Me visto de manera informal-formal y salgo a la calle para ir al C de S acompañando a m. h. Ch. Acabada la visita prevista, salimos para ir a desayunar al mejor café-bar de la ciudad (la gente va rápido de aquí para allá), una taberna moderna que ha sido decorada manteniendo la esencia de las antiguas tabernas literarias del siglo XIX, con interiores de madera y mármol blanco y cientos de fotos antiguas empapelando sus paredes. Es uno de esos lugares de paso que llamaría la atención de muchos escritores y artistas y que, seguramente, estarían encantados de poder ocupar una de sus mesas. Cuenta con una amplia terraza asombrillada para los días de sol y calor; en los días de frío, se colocan unas pequeñas carpas y se encienden una estufas con llama azul-anaranjada que dan al lugar un encanto aún más especial si cabe; los ciudadanos se concentran para tertuliar, beber y tapear en agradable compañía.El café-bar brinda una exquisita atención y rápido servicio. Son muchos los clientes que desayunan a diario en este lugar un delicioso café de máquina espumoso con una tostada con aceite de oliva de la tierra y tomate natural triturado y untado en el pan. El único “pero" que tiene, al menos a mí me lo parece, es la cantidad de tráfico que pasa a diario pegado a la terraza del café-bar. Algunos lugareños, a causa del runrún de los motores de los coches, o por propia idiosincrasia (algarabía), alzan aún más la voz para escucharse unos a otros, generando un ambiente demasiado estridente para los que amamos el silencio, la tranquilidad y las conversaciones en un tono más bajo, piano piano. 
Por error, o yo no sé por qué, casi todos los bares con terrazas al exterior de esta ciudad, colindan con calles muy transitadas de coches, por lo que el problema de la sonoridad se repite de lugar en lugar, sin solución alguna que lo remedie. Antes de llamar al camarero para pedir la cuenta, veo llegar a una chica joven subida en su patinete eléctrico; una pequeña escena, que me dio mucha alegría y cierta esperanza de futuro. ¡Qué distinta sería esta ciudad si se acotara el tráfico (solo coches reservados al servicio publico) y el conjunto de la población se animara a ir a pie (muy saludable) o a adquirir pequeños utilitarios eléctricos que no emiten emisiones de CO2 a la atmósfera y que no hacen ruido alguno, son tan silenciosos que ni los ves venir. Así pues, cansada de tanto martilleo en mis oídos, pago las consumiciones y pido un taxi para volver a casa, taxi que me deja en la misma puerta. Antes de entrar, decido dar una vuelta por el mercadillo, que no está muy lejos de de donde vivo y comprar algo de fruta y verdura de los huertos cercanos; productos frescos recién sacados de la tierra, una tierra abonada y cuidada por el hortelano o agricultor que saben hacer de su oficio un arte.

El mercadillo lo colocan en el casco viejo de la ciudad, en una bella plaza de forma oval cercada por preciosos edificios, entre ellos, la Casa Consistorial y la Iglesia d S.B. con su gran torre que alza la flecha de su veleta al cielo y que se ha convertido en uno de sus símbolos más representativos. El reloj de la torre da la hora a todos los habitantes, escuchándose sus campanas programadas por toda la ciudad.

De camino a casa paso por delante de la floristería de un amigo. Echo un vistazo rápido a su precioso escaparate. ¡Qué gusto tan exquisito tienes querido amigo! (pienso para mi misma). ¡Maravillosas flores! Hoy voy mal de tiempo, otro día me pasaré para comprarle plantas nuevas y flores de mil colores y así renovar algunas macetas que se han secado durante el verano. 

_¡Buenos días! ¡Cuánto tiempo si verte! ¿Cómo estáis todos?
_¡Buenos días! Estamos bien, Teresa. Vamos tirando. ¿Y vosotros, qué tal?
__Pues igual. Esto de la pandemia nos ha trastocado a todos un poco. Veo que ya vienes de vuelta del mercadillo. ¿Hay muchas cosas hoy? Yo llevo sin venir mucho tiempo, pero hoy me he animado a salir un rato de casa.
_En el mercadillo, más o menos lo de siempre, Teresa. 
_Pues entonces, voy a ver... ¡Ve con Dios hija!.
_Adiós Teresa. Me alegra mucho verte de nuevo.

Ya en casa, pequeños quehaceres domésticos me llaman. Mientras voy haciendo cosas por aquí y por allá, estoy pendiente de otras cosas más y así es como voy compaginando esto y aquello casi hasta llegar a la hora de almorzar. Entretanto hago anotaciones en un pequeña libreta que siempre llevo conmigo. 
Ya en la sobremesa, después de un breve dormitar, es cuando enciendo el Pc y empiezo a teclear durante dos o tres horas seguidas. Las tardes son más calmadas, el tráfico disminuye casi a la mitad. Ya mismo, los días se harán más cortos, y anochecerá antes (cambio de hora), y como consecuencia, el frío se hará notar, aunque en los últimos años los inviernos han sido muy templados (cambio climático). En meses próximos, tendré que cumplir con otras obligaciones diferentes, que me dejarán mucho menos tiempo para escribir en este blog. Bueno, siempre podré dedicarle algunas horas los fines de semana. Pero eso será ya un poco más adelante. 

Nota: mañana lo mismo tenemos que echar mano del paraguas.

Final: “La mayor parte de la gente en la ciudad corre tanto, que no tiene tiempo de mirar las flores. Quiero que las miren, lo quieran o no". Georgia O'Keeffe.