jueves, 15 de septiembre de 2022

Mi tierra



¿Quién guarda la memoria de nuestro tiempo? ¿Dónde reconocer los vestigios de nuestro pasado? Solemnes edificios construidos en piedra molinaza, casas solariegas con preciosos patios de luz y color, calles empedradas repletas de recuerdos, fuentes antiguas derramando agua fresca y cristalina, farolas de hierro y forja de siglos pasados dando luz al pasear de los soñadores nocturnos; todo ello, y mucho más, simboliza la parte noble e ilustre de muchos pueblos y ciudades. Un patrimonio de enorme valor histórico que guarda entre sus piedras y rincones de diferentes épocas y estilos un gran marco cargado de un encanto especial y un sentido estético altamente desarrollado. Otros estilos y otras épocas que, en muchos sitios, se han perdido debido a las muchas modificaciones modernas y reformas arquitectónicas que dejan mucho que desear. Y es que lo que no se restaura conforme a origen, se estropea y se pierde, desapareciendo con ello lo más importante, su seña de identidad. Restaurar no es tapar lo antiguo con algo moderno y diferente. 

Si se quiere atraer a un turismo diverso y cultural, no hay que cambiar la ciudad, hay que recuperar las partes viejas para que luzcan como lo hacían en la antigüedad, lo que no quita para que se introduzcan nuevos elementos de vanguardia que hagan la vida más fácil a todos, residentes y allegados, creando muchas más zonas verdes y peatonales dotadas de mejor accesibilidad para personas con diferente funcionalidad, pero siempre, respetando en lo posible, lo que nos legaron nuestros antepasados; revitalizando calles y plazas con pequeñas tiendas y comercios donde sus gentes puedan adquirir cualquier género de calidad; conservando sus tabernas típicas sin modificarlas en exceso, lugares donde poder beber y tapear degustando los sabores de la tierra, recetas antiguas combinadas con otras de más actualidad; crear más espacios donde la cultura sea parte esencial de la comunidad.

Como he leído en algún sitio, para mantener la esencia del pasado no sólo es imprescindible el compromiso político, casi más que lo anterior, es vital que se adquiera conciencia social.

Como escribió Pániker, “Yo no creo en el progreso, sino en el retroprogreso. Creo en un progreso ambivalente que recoja, simultáneamente, la tradición y la renovación"

Otra posibilidad, es convertirnos en expertos utilitarios del comercio electrónico y de las altas tecnologías y dejar que el pasado pasado sea. 

Final: "El gran mito de nuestro tiempo es creer que la tecnología es comunicación".- Libby Larsen (compositor).