miércoles, 7 de septiembre de 2022

Vidas cruzadas

Comienza el concurso. Cada jugador tiene un minuto para responder acertadamente a la pregunta formulada. ¿Todos preparados y en sus puestos? El tiempo empieza...

_Poeta griego autor de (¿?).

 Sócrates 

_Correcto.

_Autor del enigma de la habitación 662.

Joël Dicker

_Correcto.

Etc...

Etc...

Entre los muchos concursantes, hay dos jugadores, en especial, que destacan. Ambos llevan jugando durante muchos y largos meses intentando llevarse el bote del programa que asciende a...

La mayoría de los concursantes no acuden al plató para poder llevarse el bote del concurso, sino simplemente porque son grandes amantes de los libros y la cultura en general y grandes conversadores en los tiempos de descanso entre rodaje y rodaje. 

Pero, ¡Ojo! ¡Atención!: Una de las cámaras advierte que uno de los jugadores está haciendo trampa.

El director de todo aquel equipo humano que hay detrás de las cámaras, mira sigilosamente los movimientos que hace el jugador tramposo con las manos y que lo delatan claramente. ¡Ajá! ¡Aquí hay gato encerrado!, piensa el director, que se muestra siempre atento a lo principal que ocurre dentro del tiempo de grabación. El programa se emite en diferido.

Entonces, el jugador de buena fe, que también sabía ya desde hace tiempo, de las trampas que venía haciendo su compañero el tramposo, decide actuar de forma extraña, y adoptar una estrategia que a todos los demás concursantes les acaba chocando, pillándoles desprevenidos. ¿Qué está pasando?, se preguntan todos.

El jugador tramposo, ante el paso dado por el jugador de buena fe, y al verse observado por el resto de los concursantes, se empieza a sentir un poco incómodo ante la situación tan inesperada que se le ha presentado. 

El director del programa piensa que hay que parar el programa y hacerle ver al jugador tramposo que ha sido cazado por el equipo y debe abandonar el programa ipso facto. Pero, pensándolo mejor, el director cree que dejar al jugador tramposo actuar como siempre, como si no pasara nada, acabaría por resolver el enigma. El equipo de dirección sabe perfectamente que se está cometiendo una injusticia con el jugador de buena fe, con el que supuestamente está compitiendo el tramposo, que ante los ojos de los demás concursantes, sigue siendo el mejor; aún así, el director del concurso, sigue por el camino iniciado y deja que el juego continúe entre todos los concursantes sin desvelar la trampa del tramposo, cuya intención, tal vez no era hacer trampas, si no el no saber cómo hacer para que nadie, los demás concursantes, se diesen cuenta del quid de la cuestión.

El jugador de buena fe, después de dar el paso que tenía que dar, decide batirse en retirada y dejar que el tramposo siga en el concurso, saliendo él del mismo. Después de todo, y a pesar de las zancadillas puestas de forma oculta por el jugador tramposo, no se sabe bien porqué ni con qué intención al jugador de buena fe, el primero le fue cogiendo un cariño especial al segundo. Quizás tantos meses compitiendo le había hecho encariñarse de su mejor rival. <<Las mejores lecciones de la vida te las dan tus supuestos rivales>> Y sin lecciones, la vida no avanza, la vida se estanca y acaba pudriéndose. Por lo tanto, las lecciones son tan necesarias para la vida como el aire mismo que respiras. 

El equipo de dirección del programa, ante el bochorno de que se descubra el pastel, decide dejar al tramposo que siga ocupando su sitio habitual y que acuda periódicamente al plató a cada sesión de rodaje que se realice. Ante la falta, de su mejor y mayor adversario, el jugador tramposo, ya no se siente cómodo como lo estaba antes de que abandonara por su propia voluntad, el jugador de buena fe el concurso. Sin el otro jugador, ha perdido el control de la situación que se creía en sus manos. Ahora, incluso, se sienta ante un público que ya no le atrae, que ya no le dice nada. 

Todos, en el fondo, se compadecen del jugador tramposo cuyo miedo a ser descubierto era superior a sus propias fuerzas y que le hizo ser injusto con el jugador de buena fe.

El jugador tramposo ha caído él solo en su propia trampa. La máscara ha caído y con ella el personaje que había oculto detrás. Después del mal trago pasado, ahora, por fin, el jugador tramposo, se siente libre del peso de la máscara, y da gracias a la vida por haber puesto en su camino y haber coincidido con el jugador de buena fe, que es de la única persona que siempre guardará un recuerdo especial.

Nota: ¿El jugador tramposo era el único tramposo y el jugador de buena fe era el único que actuaba de buena fe? O ambos eran algo tramposos y ambos tenían un gran trasfondo de buena fe? Con el paso del tiempo, ambos jugadores se hicieron inseparables, e hicieron de esa pequeña coincidencia en la vida, una amistad íntima, una complicidad, que esta vez sí, fue para siempre.

Final: Hago uso de una ponderación o meditación, que me viene muy bien, dejada en algún lugar por alguien al azar y que ha caído delante de mis ojos nada más despertar como por arte de magia, como invitación a una reflexión conjunta. A veces, es asombroso, las casualidades que surgen, brindándote una ayuda para dar el punto y final a este post:

"Si supiéramos comprender antes de condenar, estaríamos en el camino de la humanización de las relaciones humanas" -Edgar Morin.

Si ya es difícil conocerse a uno mismo, ¿cómo es posible que adivinemos las intenciones de los demás?