miércoles, 14 de septiembre de 2022

Maullido blanco

No temáis sobre lo que alguien como yo, amante de las letras, pueda decir o publicar en un blog, considerado como una especie de diario al uso que tampoco lo es. En mi vida personal, hay muchos apartados distintos de lo que por aquí escribo, hay muchas cláusulas de confidencialidad que debo respetar. Como el médico que escucha a su paciente, o el abogado a su cliente, quedando en todo momento obligados a guardar secreto profesional.

A lo lejos, oigo a un gato maullar (debe ser León). Me asomo al balcón, y ahí está, agazapado bajo el capó de un coche aparcado en la plaza, justo enfrente de la puerta de entrada (¿Cuándo transformarán está zona céntrica haciéndola peatonal?). León espera a que le abra para entrar a casa. Regresa de dar su paseo nocturno alrededor de la manzana. Acostumbra a irse de madrugada sobre las 5 a.m. No suele tardar en regresar. Señal de que se está haciendo mayor. Ahora son las 6 a.m., hora en la que me levanto y preparo un café para dar los buenos días a un nuevo día. Por suerte a esa hora aún no hay mucho tráfico circulando con el peligro que eso conlleva de atropello para León. Bajo a abrirle la puerta a mi gato que entra presuroso buscando su desayuno del día. Después de comer, llega la hora de su aseo personal al que dedica todo el tiempo que necesita hasta verse bien guapo. De día no sale. De día se queda en casa tumbado sobre su cojín favorito. Los días que no sale de noche, se sube a la cama y se acurruca en mis pies hasta el amanecer, luego se acerca hasta mi cara esperando a que yo abra un ojo y lo mire. Como a todos los gatos, a él también le gusta ser el centro de atención.

Mientras espero a que suba el café recién hecho a fuego lento en una cafetera italiana, le doy a León su pienso diario que echo en su plato favorito. También le lleno su cacharro del agua. Mientras mi gato desayuna, yo le doy los primeros sorbos a mi café; café que me sirvo en mi taza preferida (le tengo tanto cariño a esa taza, que incluso la pinté al óleo).

Mi gato me lo regalaron con apenas unos meses de vida. Para mí es el mejor regalo que me han hecho nunca. No sabría que hacer si algún día lo pierdo. A veces pone cara de gruñón, pero luego es manso como un corderito. Es blanco, de ojos azules. Es muy bonito. Como cualquier animal doméstico, se apega sobre todo a quien lo cría y a quien lo tiene atendido. Es parte de mí. Sin su mamá-humana, se ve indefenso y perdido. Siempre te busca y siempre te encuentra. Su instinto olfativo no falla. Si lo dejas solo en casa y tardas en volver, en cuanto escucha el cerrojo de la puerta abrirse, sale lanzado a darte la bienvenida, alzando como un signo de interrogación su hermosa cola con alegría. Una vez, ya te ha visto, y se ha rozado en tus piernas, dándote mimitos, como queriéndote decir "por fin estás aquí", mimitos que tú también le devuelves, se queda tranquilo y vuelve a su cojín. Creo que por aquí tengo una foto de León, mi gato;



La historia de los escritores y artistas de toda índole, pintores, músicos, cineastas, etc,... y su amor por los gatos viene de muy largo. 

Antes no había escritor que no se hiciese una foto oficial con su olivetti. Luego, en vez de la olivetti, empezaron a fotografiarse con sus gatos. Y hasta hoy.

Freddie Mercury 

Lennon y Yoko


Janis Joplin 

Kurt Cobain

Paul McCartney

David Bowie 




Andy Warhol

 

Marilyn Monroe 







Frida Kahlo 

Basquiat

Audrey Hepburn

Karl Lagerfeld


¿Por qué todos sienten tanta atracción por los gatos? Los gatos aportan mucho equilibrio emocional, mucho más que cualquier humano, y a los artistas, dada su idiosincrasia singular, eso les viene muy bien. 

_"¿Qué mayor regalo que el amor de un gato?. - Charles Dickens.

_"El más pequeño felino es una obra maestra".- Leonardo da Vinci.

_"El hombre es civilizado en la medida que comprende a un gato".- George Bernard Shaw.

_"Las personas que aman los gatos tienen algunos de los corazones más grandes que existen".- Susan Easterly.


Yo y León