lunes, 14 de mayo de 2012

Nido de palabras. Versión libre

Lunes. Café doble. El mundo en continuo bullicio. ¡Qué distinto a los paseos por el campo los fines de semana! Por cierto, ¿os gusta Woody Allen? Profesionalmente, sí, me gusta mucho. Un fanático del psicoanálisis. Todas sus películas están impregnadas de un surrealismo cómico vital. Pero hoy no quiero hablar de este gran genio. Quizá otro día en otro post.
Me parece estar volando, levitando, andando a medio metro sobre el suelo. Si cierras los ojos unos minutos puedes volar, puedes meterte en una exposición imaginada, puedes hacer lo que quieras. 
Me presto a vuestro juego, aunque juegue pesimamente. Las cartas que me han tocado en suerte no me acompañan. Vosotros lo intuís, yo lo sé, todo el mundo lo sabe, cualquiera con dos dedos de frente lo sabe.
No es a mí a quien odiáis. Odiáis lo que represento en este post. ¿Y qué es lo que represento? Tengo que reestructurar las posibilidades de ser quién soy. ¿Cómo atrapar al lector? ¡Bah, que se vaya al cuerno el lector y todo este experimento! Esta tía es una chalada _ estaréis pensando muchos_. ¿Y vais a condenarme por eso en el siglo en el que estamos? Venga ya... Por favor... ¿Acaso hay alguien que esté totalmente cuerdo viviendo en un mundo como este? Se produce un largo silencio...
Todo el mundo desearía cambiar algo, capturar un instante, un recuerdo, una imagen, una pieza perdida del rompecabezas... Tal vez todo esto os suene familiar. En realidad, quienes somos, la esencia, nunca cambia.
 

Nota: ¿El arte es una especie de comunicación profunda o una especie de incomunicación? ¿Escribo para un público determinado o indeterminado? Es algo que me he planteado más de una vez, aunque nunca me lo planteo demasiado en serio. De manera que seguiré escribiendo. Pero a lo mejor no hay nada que escribir. Somos tan laberínticos. Lo inevitable es decir tonterías, hasta que llega un momento en que todo se acaba: por ejemplo, esta conversación.